Eulogy for Silence
Cuando tenía 23 años perdí mi silencio. Fue mucho más difícil de lo que uno esperaría cuando se pierde algo que ni siquiera está ahí en primer lugar. En cambio, fue remplazado por un zumbido. Un sonido fantasma que tampoco es real de nombre tinnitus, pero que su eterna presencia me convenció de lo contrario. El silencio es algo que apreciaba enormemente, pero su ausencia me hizo darme cuenta del enorme peso que ponemos en lo intangible, especialmente en el mundo de lo acústico. Se rompe el silencio con un llanto al nacer, y es al silencio a lo que regresamos al morir. Hay silencios de complicidad, silencios incómodos, minutos de silencio y de solidaridad. Reconocemos el sonido en donde sea que existamos, y pienso que el silencio debería de romperse, como se rompió en mi, para reconocer su valor.